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…y la palabra era Clint

Para sorpresa de muchos
el haiku pasó como una tormenta por los campos
loco como una cabra,
empuñando una espada de afilada hoja
y empezó a arrasar metro a metro
a diestra y siniestra.

Mil poemas de verso libre
fueron derrotados,
epístolas degolladas contra las paredes
sangraban cesuras del pescuezo.

Dos versos de amor
empaparon sus mejillas con lágrimas
solitarios en un sucio camastro
manchado de actividad nocturna
apestaban a mentiras y
murieron con facilidad.

La más potente de las épicas líricas
– incluso caprichos de fuerza desconcertante –
yacían boca arriba con las tripas chorreando,
redundantes, asesinados de nuevo y por siempre,
tampoco a ellas se les perdonó la vida.

Paralelos, opuestos,
recurrencias,
ripios y pies,
exageraciones
y minimizaciones
gruñían a tono
con el rugido del fracaso
cuando un enloquecido
metro japonés
cabalgó a través de los campos
cruzado de piernas
una palabra sobre la otra
con un ánimo de casi insolente
Calma.

Finalmente, el propio haiku cayó de rodillas
lanzó un grito de guerra,
elevó la espada sobre su cabeza
y hundió la hoja en su propio abdomen.

​

​

Translation: Roberto Sanchez-Pierola

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